lunes, 6 de marzo de 2023

Música soñadora


La música de Fletwood Mac siempre me ha gustado. De joven, o sea, cuando correspondía, quiero decir, cuando yo tendría que haber comprado el LP correspondiente, los precios de los mismos eran prohibitivos para mis bolsillos siempre agujereados, rotos, hueros, vacíos. Y no por ser un manirroto, no, para nada; ruego que me entendáis debidamente: rotos de tanto arañarlos con mis manos vacías en busca de algo aun sabiendo que la ausencia de cualquier moneda era total.
Durante los años de juventud que me vienen ahora a la memoria escuchando canciones de este grupo, la gran solución fueron las cintas de cassette. Los amigos con posibles, amantes de la música, se afanaban por satisfacer las ansias musicales de los que nos movíamos uno o dos niveles por debajo. El radio-cassette me supuso un gran alivio pues permitía escuchar música de las emisoras que hacían de ella el centro de su parrilla. Pero si además Javier, Andrés o Jesús nos grababan aquellos álbumes que nos encantaban a todos…, pues para qué quería yo más.

Sí, fueron años fantásticos. La verdad es que la juventud, una vez superadas las inseguridades adolescentes, es para casi todo el mundo un período vital de buen recuerdo. La música nos aglutinaba más que cualquier otra actividad; desde luego, pienso ahora con pesar, más que la lectura de libros. Recuerdo que los más lectores se engolfaban en la ufología que por los años que rememoro hacía furor en todo el mundo. Desde que en julio de 1969 el hombre pisara la luna no hacíamos más que ver por todas partes selenitas, marcianos o jupiterinos interesados en nosotros; los ovnis y los Uri Geler de turno ocupaban nuestras cabezas, formaban parte del entretenimiento popular. Los grupos más afamados del momento publicaban álbumes que exploraban estas temáticas algo lunáticas, desde luego: Días del futuro pasado de Los Moody Blues conoció una segunda vida a raíz de aquello de «un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad». El mundo espacial se impuso en autores como Pink Floyd y otros tantos más; incluso los muy españoles Pekenikes dedicaron a finales de los sesenta un sencillo —single, con estúpido afán cosmopolita decíamos, ignorando la pronunciación inglesa— cuyo tema principal era Cerca de las estrellas y en la cara B una hoy muy olvidada canción que le viene de perlas al tema de este taller: Soñar no cuesta nada. Exactamente eso es lo que estoy haciendo yo en estos momentos: echar a volar la imaginación hacia donde ella siempre suele ir, que no es otra zona que el pasado, el ayer, la juventud, la música…

Dreams, tema principal del álbum Rumours, es para mí elemento central en la discografía de Fleetwood Mac. A través de él transito, regreso entre sus sones a una época ya perdida para siempre: los sueños de una vida que entonces estaba por vivir y que hoy veo desde el ángulo opuesto. Me digo: «No ha estado mal, después de todo». No, no repetiré aquí el consabido «después de todo, todo para nada», que dice el poeta. No, no. Pekenikes, Fleetwood Mac, Moody Blues y tantos más me sirven hoy para soñar, para vagabundear hacia otros mundos a través de sus sonidos y sus letras que ensalzan la soledad, imprescindible para soñar, para recordar lo que se perdió, lo que tuviste y ambos perdimos. Sí, estos “sueños” musicales me sirven para entre el ruido del mundo lograr evadirme y quién sabe, a lo mejor, hasta realizar alguna de estas solitarias ensoñaciones.

 
 




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